miércoles, 20 de junio de 2007

El Gran Dictador: la herencia de un genio

Prohibida en España hasta después de la muerte de Franco, la obra maestra de Chaplin es un canto a la esperanza, a la libertad, a la democracia... a la paz. El gran dictador es la primera película hablada de Charles Chaplin, y el film se enfrenta a un de los temas más dramáticos y preocupantes de la época, el auge de los regímenes totalitarios y la expansión del fascismo a Europa.

Un barbero judío que combatió con el ejército de Tomania en la primera guerra mundial vuelve a su casa años después del fin del conflicto. Amnésico a causa de un accidente de avión, no recuerda prácticamente nada de su vida pasada y no conoce la situación política actual del país: Adenoid Hynkel, un dictador fascista y racista, ha llegado al poder y ha iniciado la persecución del pueblo judío, a quien considera responsable de la situación de crisis que vive el país. Paralelamente, Hynkel y sus colaboradores han empezado a preparar una ofensiva militar destinada a la conquista de todo el mundo. El barbero es detenido y por juegos del destino acaba confundiéndose con el dictador y pronunciando un emotivo discurso.

Chaplin ridiculiza a Hitler (Hynkel), a Benito Mussolini (Benzino Napolini, dictador de Bacteria), a Joseph Goebbels (Garbitsch, del ingles garbage, "basura") y al jefe de la gestapo Hermann Göring (Herring), en esta historia dual en la que el genio interpreta el doble papel de barbero judío y de dictador de Tomeina (Alemania). Además se burla de la cruz gamada con la doble cruz, que no es más que un juego de palabras anglosajón que significa estafa.

Iniciada en 1938, y criticada por todos los sectores en Estados Unidos, fue estrenada en 1940, con la segunda guerra mundial ya empezada, por lo que su mensaje no llegó a tiempo. Ahora estamos a tiempo. Mientras en el mundo la ultraderecha sigue avanzando (representada en esos llamados "neocons"), y aquí en España vuelven a aparecer banderas y símbolos que deben guardarse para siempre en el fondo de los armarios (si no quemarlos), convendría que recordáramos el mensaje que un día un genio lanzó al mundo:

"Nos hemos de ayudar los unos a los otros, los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar nadie. En este mundo hay sitio para todo el mundo (...) El camino de la vida puede ser libre y bonito, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos: el maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad, más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta, se perderá todo. (...) La desgracia que padecemos no es nada más que la pasajera codicia y la amargura de los hombres que tienen miedo de seguir el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y caerán los dictadores y el poder que tomaron al pueblo será reintegrado al pueblo y así, mientras el hombre exista, la libertad no desaparecerá".



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